No vayas hacia la luz

septiembre 16, 2009 at 7:31 pm (Uno que estudia (Lic. Nolrad Leira))

En la Biblioteca Departamental de Dorrego se conserva el que quizá sea el único ejemplar de Confesiones a la hora de la merienda, donde el notorio Doctor Nicolás M. aborda el estudio de la patología y el vacío. El ejemplar está bastante maltrecho: abundan tachones, subrayados y dibujos en los márgenes, y faltan algunas páginas; las que quedan y se pueden leer no carecen de interés.

La publicación se abre con una breve pero fecunda Introducción donde el autor se bambolea entre la ontología del Ser, el instinto de conservación, algunos conceptos de la Física Atómica y otras apreciaciones del budismo y el taoísmo, para adentrarnos de lleno en el primer capítulo: De un agujero venimos: Somos el agujero. No se sabe a ciencia cierta si este artículo está basado en leyes de la Física o en estructuras del físico, es decir, de la Anatomía, ya que es donde falta la mayor parte de las páginas; tampoco se sabe si este hecho es arbitrario o, simplemente, alegórico. En el segundo capítulo, Si está roto, hay que arreglarlo, el Doctor nos dice que el hombre, el ser humano, en su afán de escapar o abolir el vacío, va remendando y parchando con distintas actividades y creencias de lo que es para cubrir el bache, en lugar de volver sobre sus pasos (que es el camino más corto) y abismarse, lo que nos traslada a un tercer capítulo, No vale barrer y esconder los escombros debajo de la alfombra, donde se menciona que la raíz de la patología está en querer tapar, en el sentido de esconder, el hueco, de no asumirlo, de no aceptar que únicamente somos un montón de partes, una fragmentación de ese agujero. (Muchos otros autores, quizá más orientados a la psiquiatría o a la psicología, refutaron estos capítulos alegando que el verdadero problema de los hombres radica en que siempre están demasiado pendientes de ese agujero original, y que eso les causa todos sus males.)agujero-negro

En capítulos siguientes, las dudas no sólo no se aclaran sino que se reproducen como conejos, y el inminente neurólogo y filósofo (N del E: aunque a algunos sectores de la medicina les urja afirmar que la neurología no es más que una rama específica de la filosofia, en este escrito las trataremos como dos profesiones diferentes) patina en divagaciones sobre el útero, la geología, la muerte, la minería y la colocación de los planetas. Pero salteándonos algunas páginas (y dejando entrever que las hojas arrancadas no fueron las suficientes), caemos en el capítulo Si llegaste hasta aquí, no te vas a volver, donde aborda el tema de la vejez y sus enfermedades, las cuales serían producto del empastamiento excesivo y la sobresaturación de refuerzos y pegotes que impiden ver cualquier resquicio del origen, y que por este mismo proceso es que los viejos fingen volver a una etapa más cercana y balbucean y se mean y se cagan encima y hay que cuidarlos como si fueran un chico; es su último manotazo para alcanzar el principio, para recuperarlo; pero al poco tiempo se ganan otro agujero en el que caen porque ya no queda otra (por el camino largo); así es como el agujero es el hábitat natural del hombre. Este último capítulo se titula: De nada sirve empujar si la pichula es corta.

No hay datos certeros sobre otras publicaciones del Doctor M.

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