La clase media y el coronavirus

abril 23, 2020 at 10:20 pm (Diario ínfimo (Sebastián Irtzuberea))

“Help me to carry the fire
To keep it alight together”

Editors (No sound but the wind)

Y siempre uno se engaña, se quiere convencer que va aprovechar los días de confinamiento obligatorio para hacer las cosas que lleva tiempo posponiendo. No por estar preso, conviene aclararlo, o si, por estarlo de alguna manera pero no por motivos penales sino sanitarios. Y en ese engaño que se practica a sí mismo, uno se dice que no hay mal que por bien no venga, y que al fin podrá terminar o empezar su novela, o grabar sus canciones o aprender origami o resolver lo de las cañerías o pintar o hacer el huerto o lo que sea que se haya planteado hacer alguna vez pero que tuvo que dejar por obligaciones de relevancia. Pero se engaña (y lo sabe) y encuentra en el vacío, en la sobra de tiempo una excusa para seguir posponiéndolo. O al menos eso me pasa a mí. Aunque calculo que habrán personas que se hagan más caso que yo.

El coronavirus ha planteado un cambio bastante radical en nuestros quehaceres, en nuestra rutina, y el aislamiento nos predispone a hacernos la cabeza. Es cierto, o al menos así lo creo, que estamos ante un momento que tendrá algo de histórico, un momento bisagra, como se suele decir. Por ahí no, y esto en un par de meses habrá pasado como un río de verano; estaría bueno. Pero presumo que algo se habrá roto y que no se reparará así nomás. Hablemos de economía, de un sistema sanitario de una forma de comportamiento social, de lo que sea. No faltan los que ven una oportunidad: algunos de un cambio en el orden establecido; otros para seguir lucrando con el miedo y la desesperanza. Algunos verán una forma de solidaridad y unión futura; otros, una amenaza permanente. En realidad, las situaciones extreman actúan como potenciadores de las virtudes o defectos de cada cual.

De noche, cuando me quedo solo, cuando mis nenas, la más grande y la más pequeña ya se fueron a dormir, me quedo haciéndome mala sangre con programas periodísticos o entonando canciones en la guitarra. En estos tiempos he optado por prescindir un poco de las noticias. He notado al cantar que he perdido voz, que me cuesta alcanzar algunas notas que alcanzaba hasta hace poco. He atribuido este hecho a: 1) Que al ir afinando la guitarra la hubiese dejado en un tono más alto; 2) Recordé que muchas voces extraordinarias (que no es mi caso) perdían potencia cuando el o la cantante bajaban de peso… Pero tampoco es mi caso. Desechado este punto puedo adjudicar el hecho a que 2) Se me han subido los huevos a la garganta, y eso desentona. La escena la estamos viendo todos, no hace falta transcribirla. Se contagia con facilidad, pero puede incubarse durante mucho tiempo; en muchos casos requiere de respiradores artificiales… Ahí está el punto, en la falta de oxígeno, de aire, ahogarse, quemarse, quedarse encerrado en un lugar pequeño, sin ventilación. Y esa angustia, junto a otras, se me atraviesa en la garganta como un moño de testículos, entonces ya no canto.

Ni tampoco arreglo las cañerías, ni veo todas las películas que siempre quise ver. Pero sí estoy viendo otra película, veo muchas personas igualadas, como uniformadas, saliendo a las calles con barbijo, primero, por ordenanza municipal, provincial, y segundo, convencidos y convencidas que eso les da cierta inmunidad, como la capa de Superman, que nadie sabe para que mierda la lleva si puede volar igual sin ella; mera decoración; veo hermanas que acuerdan salir de compras a la misma hora para charlar y verse al menos respetando los dos metros de distancia; veo la impotencia ante la imposibilidad de contacto;: veo hermanos que de golpe frenan un abrazo y se chocan los codos (que es justo el lugar acordado para toser y escupir según las normas de sanidad); veo gente gritándose y solapándose en conferencias telefónicas tratando de comunicarse y expresarse, jugando a abolir la distancia; veo personas buscando excusas para salir aunque sea un rato y me cuesta, pero también veo personas cagándose en todo, convencidos que un dios todopoderoso y únicamente suyo o una cuna o un buen pasar social; pero también sé que hay personas que necesitan salir porque si no ni ellos ni su familia comen.

Mientras, la cinta sigue rodando y veo cómo se desarrollan antes que las vacunas y las defensas todas las teorías conspirativas, y como los chinos de pronto son culpables de todo por sus malas costumbres o por su avanzada sobre la economía global, pero también veo que Bill Gates y su señora y la OMS estaban al tanto desde hace tiempo con la idea de colocar chips en las vacunas y hacer una sociedad de soldados que combatan mutantes o extraterrestres, y veo unos soldados norteamericanos inmiscuirse en Wuhan, y cómo la naturaleza se venga del daño que le causó el ser humano; y también veo gente dispuesta a creerlo todo porque odia a los chinos, porque no sabe quién carajo es Bill Gates o porque saben que los norteamericanos son capaces de cualquier cosa o porque no come carne. Pero también está la posibilidad de un virus instalado hace ya mucho tiempo en la comunidad pero no expresándose con tanta virulencia.

Ni he pintado nada ni he visto las series que quería. Pero a cada rato veo sectores que se vuelven locos con la cuarentena. Los sectores de más poder que no pueden ni quieren entender que la economía tampoco funciona con muertos. Pero claro, les desespera saber que un montón de personas dejaron de producir para ellos y exigen que salgan a la calle a contribuir con sus ganancias hasta que caigan enfermos o muertos, pero que no estén por ahí desperdiciando tiempo en prevenir, si al final lo mejor es contagiarse para crear defensas, como proponen los líderes de las primeras potencias o los que son obsecuentes con ellas. Para esta finalidad, estas marionetas buscan marionetas subalternas capaces de transmitir sus deseos. Para qué hablar de ellos si abundan, los medios de comunicación rebalsan de ellos, y estos perros fieles, a su vez, llegan a personas que se preguntan cómo va a hacer el país para salir económicamente y cómo para generar empleo, siendo que estuvieron callados y sin preguntarse nada, meciéndose en su hamaca burguesa, sin importarles nada, pero que ahora, fogoneados por aquellos a los que tampoco les importan un pomo, salen a rasgarse las vestiduras. Y ¿a que no saben quiénes estaban en el poder esos últimos cuatro años? Exacto, los que ahora se preocupan por el parate económico siendo que ellos no sólo lo pararon sino que lo destruyeron, excepto, por supuesto, para unos cuantos que ahora se tiran de los pelos porque un montón de personas (aunque ellos no las consideren así) no sale a la calle a enfermarse y morirse para ellos. Aquí están los Trump, los Macri, los Vargas Llosa, los felpudos del verdadero poder.

Y no he leído los libros que quería leer, excepto uno (que aún no terminé) pero que oportunamente me regaló un amigo antes de volverse a Mendoza y apenas unos días antes que todo esto empezara. Y eso sin contar que, técnicamente, tenemos todo el tiempo que nunca tuvimos para hacerlo, pero que lo ocupamos en no hacer nada, o en administrarlo de mala manera o en ocuparlo pensando que es una verdadera pena que tengamos todo ese tiempo y no podamos compartirlo con otros seres queridos, hermanos, padres, abuelos (los que tienen), amigos, tíos (si se quiere), compañeros de trabajo. Y me refiero a tiempo presencial y de contacto. Pero no termina de ser una queja, porque sería una queja injusta y caprichosa sabiendo que hay abuelos y nietos que no se ven y personas que salen a la calle a exponerse porque ellos sí que no pueden parar, y que se les niega la oportunidad de volver y abrazarse con quienes le diera la gana, y encima y para más INRI, se encuentran con amenazas anónimas de gente que los culpa, los criminaliza, los demoniza y los quiere echar del edificio o del vecindario, y que seguramente, estos cobardes que amenazan escondidos son los mismos cagones y cagonas que estuvieron sin quejarse esos últimos cuatro años, llenándose de odio y resentimiento, viendo los canales y pseudoperiodistas que hablan de los médicos cubanos o de cualquier nacionalidad que conozcan el significado de la solidaridad como si fueran espías alienígenas; claro, no lo entienden porque la solidaridad no es remunerada en términos monetarios, y por eso no hay mercenarios en sus filas; pero lo extraño, lo verdaderamente estúpido y necio, es que de alguna manera, esta gente cree que está inmunizada al virus como lo está para la ayuda desinteresada, que visten una especie de barbijo supraterrenal que los protege hasta llegado el momento en que el Señor los llame. Sin embargo, estos cagones y cagonas van a ser capaces de desenchufar a su madre por un respirador y van a rogar y exigirle al personal sanitario, al mismo que ellos basurearon y echaron cobardemente, que los salve por el amor de Dios y de la Virgen Santísima, para que después puedan volver a subir sus videos violando el aislamiento y cagándose en todo.

Y ahí sigue mi novela sin terminar, sin siquiera empezar; de haber escrito a máquina, como en los viejos tiempos, esos bollitos de papel arrugado que poblarían el sesto de basura de ideas sin concretar serían lo más cerca que estuve nunca del origami. Sin ir más lejos, me llevó más de quince días, una vez comenzado el aislamiento, comenzar este escrito… y otros tantos en terminarlo. Acá lo dejo: iré a ver si me pongo a hacer esa mayonesa casera de apio que vengo postergando hace casi una semana. Veré si sirven los huevos que llevo en la garganta.

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