Sapukái

septiembre 5, 2009 at 8:19 am (Diario ínfimo (Sebastián Irtzuberea))

La verdad es que en estas vacaciones no tuve la más mínima gana de escribir. Sí rumié y procesé algunas ideas, pero darles un soporte me parecía más fatigoso que en otros momentos y tan innecesario como generalmente. Me encontré en tres ocasiones con Errolan, que al fin de cuentas era uno de los motivos por los que viajé a Salta, es decir: no viajé por ese encuentro en sí, pero sabía que podía ocurrir y eso me ponía bastante contento. No referiré ahora esas noches, tan sólo que la última le pregunté en qué había quedado Contrabando Hormiga, que qué pensaba hacer, si tenía intenciones de volver. Me contestó que el grupo estaba ahí, donde siempre estuvo, que asiduamente pensaba hacer, pero que de ahí a hacer concretamente había un paso bastante dilatado, y que por lo pronto se quedaría un tiempo más en Salta, «para juntar más fuerzas», me decía, porque cada vez que se alejaba, y hasta que no se asentaba todo lo que se le revuelve, se sentía irreparable durante un lapso a menudo prolongado.
Las vacaciones han terminado y yo conservo las mismas ganas de escribir: ninguna. Lo he intentado con el propósito de llenar un hueco, ese abismo que abre la distancia, pero no me sirve. Estamos hechos de vacío y no existen las palabras capaces de invadir, de colmar ese espacio; simplemente van a rebotar en la nada; hablar también se vuelve vano.
A veces sólo sirve que desde lo hondo salga por fin el grito.

Deja un comentario